jueves, 7 de octubre de 2010

Revolución-1945









Rᴈvølucɨɸᴎ-1945













En 1945 tuve un mal presentimiento
sería el día del despertar de Leviatán
que engulliría de un trago el mundo
y los cuatro jinetes sembrarían
las sombras por los cuatro rincones.
La angustia y el terror me dominaban.
Fui incapaz de levantarme de mi lecho
esperando como un cordero el momento
del sacrificio para los dioses de la Guerra.




Entonces mi presentimiento se cumplió.
de los cielos llegó el dragón del Apocalipsis
y de él una bocanada asoló todo lo que existía.
Mi cuerpo quedó envuelto en llamas y
totalmente envenenado con el azufre de Satán.
Aun así los dioses de la Guerra me otorgaron
un destino aun más dramático….
dejarme vivir siendo una sombra de lo que era.


Ahora han pasado 65 años
entonces vi que el hombre no aprendió.
Seguía usando las mismas máquinas
con las cuales nos extirparon la existencia.
Los Dioses de la Guerra se extendían
por cada rincón de la Tierra sedientos
de sacrificios de inocentes.




Vi carros máquina que escupían fuego
y niños lanzándoles piedras.
Vi dragones de fuego que quemaban
un poblado de una sola bocanada.
Vi una niña calcinada que huía desnuda.
Vi a soldados sacrificando a mujeres y niños
para enseñar ser según ellos ejemplarizantes
y aterrorizar a todas las personas.
Vi como la maquina del oro
practicaba un sacrificio continuado
y silencioso, pero aun más sanguinario
con el Hambre, el Cólera, el Tifus,
la prostitución infantil, el esclavismo.
Vi arrasar reinos con demonios de azufre
simplemente para saquearles el oro negro.
Vi orcos oscuros que arrancaban
a los hijos de Gaia su tierra ancestral
y si se rebelaban con sus máquinas aplastarlos
y encerrarlos en agujeros de podredumbre.
Vi a los Dioses de la Guerra mofándose
de los humanos incitándoles a comer
su trigo envenenado por el azufre infernal
y obligarlos a postrarse y humillarse ante ellos,
y así desfigurar su ser convirtiéndolos en zombies.
Vi que se rebelaron algunos hermanos
de los dioses de la Guerra ya que
deseaban ser soberanos de lo que
consideraban su legítima propiedad.
Estos rebeldes secuestraban y encendían
los carros y las calles de los humanos
para chantajear a los Dioses que tenían
el poder absoluto actual.
Vi a los Dioses de la Guerra envenenando
con azufre infernal los bosques, los prados,
los ríos, los mares y todo lo que vivía allí.




Pero lo que no sabía los Dioses de la Guerra
que de sus víctimas nacería un Mesías
que había regresado de la muerte de 1945
sediento de venganza tras el cansancio
de tanta vileza, horrores e infamias.
Entonces yo les dije:


¡¡Lo que siembres cosecharás!!




El Salvador sería hijo de 1945,
pero su arma vengadora no sería
el fuego, ni el veneno, ni el filo.
No se armaría con espadas ni trabucos.
No usaría ni aceite en llamas ni catapultas.
Desfigurado y convertido en muerto viviente
se dirigiría a la muchedumbre preso
de la angustia, la alienación y desesperación.
El Profeta armaría al pueblo para iniciar
la venganza contra los Dioses de la Guerra.
Un ejército de muertos vivientes
caminaban lamentándose y aullando
hasta llegar la fortaleza oscura de los Dioses.
Entonces el Mesías sacó el arma redentora
que hizo rugir a la tierra y desplomar
todos los pilares donde se sostenía su castillo.
El ejército de muertos vivientes
se encargó de asolar todo lo que quedaba
de la obra maldita de los maditos dioses.
Solo hay un camino para crear
un nuevo Mundo… ¡¡Vendetta!!


¿Cuál fue el arma redentora y enmancipadora?


La palabra… y la paz, la solidaridad, la justicia,
la ciencia, la libertad, la igualdad, el respeto,
la cordialidad, el cariño, el amor puro,….


Y después se forjaría un Paraíso en la Tierra


Donde los humanos serían felices






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